Nuestro camino empieza en un Mesón, allí, en su suelo empedrado, puedes sentir y transportarte a otra época, incluso imaginarte dentro de un patio de un castillo medieval. En este lugar perdido dentro del gris del centro de Valencia nos encontramos por primera vez. Personas “altas” y “bajitas” nos sentamos en un círculo combatiendo cada una su propia incertidumbre. En este momento de dubitación empezó el primer acto de nuestro recorrido. “He perdido a Tomás y no sé dónde está” Nuestra pregunta en seguida ha tenido varias respuestas, “¿Pero quién es Tomás?”, “¿Cómo es?”, ¿Tiene el pelo largo?”, “¿Es alto?”. Sin embargo, a la escucha de “¡que no, Tomás es mi lagarto!” lxs participantes respondieron con todo tipo de hipótesis, y en mayor o menor medida nos proponemos buscar a Tomás. 

Así entre la ficción y el juego empezó la creación de nuestro mapa. La cartografía que hicimos no tenía que seguir ninguna regla y tampoco tenía que utilizar otro tipo de herramientas típicas de la cartografía. Comenzamos un mapeo subjetivo basado en memorias y recuerdos. A través de las preguntas ¿lo has perdido aquí?, y ¿dónde lo has visto por última vez?, nuestro plan de exploración comenzó a coger cuerpo. Utilizando las supuestas preferencias de Tomás intentamos motivar a lxs participantes para que dijeran sus espacios favoritos dentro del barrio. Al mismo tiempo damos forma a estos lugares a través de bloques de construcción, cintas de color y dibujos. En seguida salieron a la escena ciertos favoritismos o “centrismos” comunes entre casi todxs lxs participantes. El Botànic y el “parque de la poma” fueron el epicentro de este mapa, cosa que no nos extrañó. Vimos desde ellos que el primero es como alternativa del gris de la ciudad y el segundo un espacio de excursión y juego fuera del cole. 

Fue interesante ver como en la segunda sesión, nuestro intento de transformar este primer mapa a gran escala y darle tres dimensiones, estos “centrismos” se diluyeron parcialmente. Allí en una sala llena de cajas de cartón, repensamos los lugares que salieron en la última sesión mientras al mismo tiempo los fabricamos de forma inconsciente. Heladerías, floristerías y todo tipo de realidades cogieron cuerpo en aquel mundo hecho de cartón. En este ambiente efímero y en constante cambio, a parte de construir edificios, tiendas y parques, habitamos estos espacios a través de nuestros cuerpos performando diferentes comportamientos sociales que relacionaban con ellos. Desde compras y ventas utilizando como moneda los gigi-blocks de cartón hasta convertirse en operarixs de la construcción especializados en hacer «masilla» con telas. 

Pero, como suele pasar, a veces lo que se construye después se tiene que deconstruir. En este caso, fueron los tubos de cartón convertidos en “armas” o “herramientas” de desmontaje los que nos devolvieron a la realidad desarmando nuestro mundo efímero en un juego entre los límites entre “desmontar” y “reventar”. 

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